viernes, 6 de septiembre de 2013

VOLTAIRE, UN FILÓSOFO DE LA ILUSTRACIÓN

François-Maire Arouet, llamado Voltaire (1694-1778), es una de las grandes figuras del siglo XVIII. A la vez poeta y dramaturgo, hstoriador y filósofo, este polemista es admirado por unos y odiado por otros. Pero es, sobre todo para Europa, un defensor del ideal filosófico, un combatiente contra la injusticia y la intolerancia.



A favor de la tolerancia



"Ya no es por lo tanto a los hombres a los que me dirijo, es a ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos (...) Tú no nos has dado un corazón para que nos odiemos y manos para que nos degollemos; haz que nos ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera; que las pequeñas diferencias entre los vesti­dos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres ridícu­las, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones tan des­proporcionadas a nuestros ojos y tan semejantes ante ti; que todos esos pequeños matices que distinguen a los átomos llamados hombres no sean señales de odio y persecución.
Tratado sobre la tolerancia, 1763


Contra el fanatismo



"El fanatismo es a la superstición lo que el delirio a la fiebre, lo que el furor a la cólera. (...)
El único remedio para curar esa enfermedad epidémica es un espíritu razonador que, difundiéndose cada día más, suavice las costumbres humanas y evite los accesos del mal, porque desde que esa enfermedad hace progresos es preciso huir de ella y esperar a que el aire se purifique. Las leyes y la religión son insuficientes para frenar la peste de las almas; la religión, en vez de ser para ellas un alimento saludable, se torna en veneno en los cerebros inficionados". 


Diccionario filosófico, artículo “Fanatismo”

 
Contra la nobleza

« En Francia puede ser marqués quien lo desee; cualquiera puede llegar a París desde una distante provincia, con suficiente dinero para gastar y un nombre terminado en «ac» o en «ille», y permitirse decir: «Un hombre como yo, un hombre de mi categoría...», y despreciar soberanamente a un negociante. El comerciante es tan tonto que al oír hablar con frecuencia despectivamente de su profesión, termina por avergonzarse de ella. Sin embargo, no sé quién es más útil a un Estado, si un noble todo empolvado, que sabe exactamente a qué hora se acuesta y se levanta el rey, que se pavonea como un gran señor mientras representa el papel de esclavo en las antecámaras de un ministro, o un comerciante que enriquece a su país, que desde su escritorio da órdenes a Surata y El Cairo, y contribuye a la felicidad del mundo. No se cual de los dos es, sin embargo, más útil al Estado : o un señor. »

Cartas filosóficas,1734

Por la igualdad

"Cada hombre, en el fondo de su corazón, tiene el derecho a creerse enteramente igual a los otros hombres; de ello no se sigue que el cocinero de un Cardenal deba ordenarle a su amo que le prepare la comida, pero el cocinero puede decir "yo soy un hombre como mi amo, yo nací como el entre llantos, el morirá como yo en las mismas angustias y ceremonias. Los dos hacemos las mismas funciones animales. Si los turcos se apoderan de Roma, y si yo me convierto en Cardenal y mi amo en cocinero, yo lo tomaría a mi servicio". Todo este discurso es razonable y justo; pero, en espera que el Gran Turco se apodere de Roma, el cocinero debe cumplir con su deber o toda la sociedad humana se pervertirá".

Diccionario filosófico ; artículo « Igualdad » 



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