A favor de la tolerancia
"Ya no es
por lo tanto a los hombres a los que me dirijo, es a ti, Dios de todos los
seres, de todos los mundos y de todos los tiempos (...) Tú no nos has dado un
corazón para que nos odiemos y manos para que nos degollemos; haz que nos
ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera; que las
pequeñas diferencias entre los vestidos que cubren nuestros débiles cuerpos,
entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres
ridículas, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras
opiniones insensatas, entre todas nuestras condiciones tan desproporcionadas a
nuestros ojos y tan semejantes ante ti; que todos esos pequeños matices que
distinguen a los átomos llamados hombres no sean señales de odio y persecución.
Tratado sobre la tolerancia, 1763
Contra el fanatismo
"El fanatismo es a la superstición
lo que el delirio a la fiebre, lo que el furor a la cólera. (...)
El único remedio para curar esa enfermedad epidémica
es un espíritu razonador que, difundiéndose cada día más, suavice
las costumbres humanas y evite los accesos del mal, porque desde que
esa enfermedad hace progresos es preciso huir de ella y esperar a que
el aire se purifique. Las leyes y la religión son insuficientes para
frenar la peste de las almas; la religión, en vez de ser para ellas
un alimento saludable, se torna en veneno en los cerebros
inficionados".
Diccionario filosófico, artículo “Fanatismo”
Contra
la nobleza
« En
Francia puede ser marqués quien lo desee; cualquiera puede llegar a
París desde una distante provincia, con suficiente dinero para
gastar y un nombre terminado en «ac» o en «ille», y permitirse
decir: «Un hombre como yo, un hombre de mi categoría...», y
despreciar soberanamente a un negociante. El comerciante es tan tonto
que al oír hablar con frecuencia despectivamente de su profesión,
termina por avergonzarse de ella. Sin embargo, no sé quién es más
útil a un Estado, si un noble todo empolvado, que sabe exactamente a
qué hora se acuesta y se levanta el rey, que se pavonea como un gran
señor mientras representa el papel de esclavo en las antecámaras de
un ministro, o un comerciante que enriquece a su país, que desde su
escritorio da órdenes a Surata y El Cairo, y contribuye a la
felicidad del mundo. No se cual de los dos es, sin embargo, más
útil al Estado : o un señor. »
Cartas
filosóficas,1734
Por la igualdad
"Cada
hombre, en el fondo de su corazón, tiene el derecho a creerse
enteramente igual a los otros hombres; de ello no se sigue que el
cocinero de un Cardenal deba ordenarle a su amo que le prepare la
comida, pero el cocinero puede decir "yo soy un hombre como mi
amo, yo nací como el entre llantos, el morirá como yo en las mismas
angustias y ceremonias. Los dos hacemos las mismas funciones
animales. Si los turcos se apoderan de Roma, y si yo me convierto en
Cardenal y mi amo en cocinero, yo lo tomaría a mi servicio".
Todo este discurso es razonable y justo; pero, en espera que el Gran
Turco se apodere de Roma, el cocinero debe cumplir con su deber o
toda la sociedad humana se pervertirá".
Diccionario
filosófico ; artículo « Igualdad »
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